Denuncian una extracción masiva de Spotify: millones de canciones ya circulan en torrents

La filtración atribuida a Anna’s Archive reabre el debate sobre la preservación cultural, la piratería digital y el futuro del modelo de streaming musical

Denuncian una extracción masiva de Spotify: millones de canciones ya circulan en torrents
La plataforma de Spotify se enfrenta a una de las mayores filtraciones de su historia tras la denuncia de una extracción masiva de datos y archivos de audio

Durante años, Spotify ha sido el símbolo de la música “segura”, centralizada y bajo control. Pero esa sensación de estabilidad acaba de saltar por los aires. Un grupo vinculado al proyecto Anna’s Archive asegura haber realizado la mayor extracción de datos jamás vista contra una plataforma musical, con cifras que, de confirmarse, reabren el viejo fantasma de la piratería a escala industrial.

La denuncia habla de centenares de terabytes de información, millones de canciones y un archivo distribuido mediante torrents que ya empieza a circular por redes P2P. Spotify, por su parte, reconoce un acceso no autorizado, aunque intenta rebajar el alcance del incidente.

Un archivo musical de dimensiones nunca vistas

Un archivo musical de dimensiones nunca vistas

La información filtrada alcanza los 300 TB

Según la información publicada por Anna’s Archive, la operación no se limita a una simple base de datos. El proyecto afirma haber recopilado cientos de millones de registros musicales, incluyendo metadatos completos y decenas de archivos de audio, organizados y listos para su distribución masiva.

La escala es lo que llama la atención: hablamos de un volumen que superaría con creces a iniciativas históricas como MusicBrainz y que, en teoría, permitiría reconstruir un catálogo musical comparable al de Spotify en 2025. No se trata de una colección artesanal, sino de un archivo pensado para replicarse, sobrevivir y difundirse sin depender de servidores centrales.

¿Qué dice Spotify y hasta dónde llega el daño?

Spotify ha reaccionado con rapidez, asegurando que ha identificado y desactivado las cuentas implicadas, además de implementar nuevas medidas contra este tipo de ataques. La compañía sostiene que el scraping afectó a metadatos públicos y que solo una parte limitada de los archivos de audio pudo verse comprometida tras la evasión de sus sistemas DRM.

De igual manera, la propia plataforma admite que la investigación continúa abierta. El simple hecho de que se hable de acceso a archivos de audio ya coloca el incidente en una liga distinta a la filtración habitual de datos (como la que afectó a Steam hace algunos meses).

¿Preservación cultural o piratería encubierta?

En la web Anna’s Archive se justifica la iniciativa bajo una narrativa más que conocida: la preservación de la cultura. Su argumento es que cuando la música depende casi por completo de plataformas privadas, su existencia queda supeditada a licencias, acuerdos comerciales o decisiones empresariales que pueden cambiar de un día para otro.

El problema es evidente: esa lógica choca frontalmente con el marco legal del copyright. Para la industria musical, no hay matices posibles, pues distribuir canciones protegidas sin permiso es piratería, por muy noble que sea el discurso que la acompañe.

Un precedente incómodo para el streaming

Más allá de la legalidad, el caso deja una pregunta incómoda flotando en el aire: ¿qué ocurre cuando una plataforma que centraliza gran parte del patrimonio musical se convierte en un único punto de fallo?

Algunos analistas apunta a un escenario inquietante: con suficiente almacenamiento y conocimientos técnicos, cualquiera podría montar su propio “Spotify personal”, e incluso crear un Spotify Wrapped completamente personalizado fuera del ecosistema legal. No es algo nuevo, pero nunca había sido tan técnicamente viable a esta escala.

Por ahora, Spotify intenta contener el golpe mientras Anna’s Archive insiste en que su misión continúa. El choque entre preservación digital y derechos de autor vuelve a escena, esta vez con una magnitud que recuerda mucho a los primeros días de Napster. Y la industria sabe que, cuando la música empieza a circular libremente, ya no hay vuelta atrás.

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