Adiós a los beneficios de tu dieta: el gesto cotidiano que los anula por completo

Un descubrimiento en gusanos revela que el tacto con la comida puede anular el efecto de las dietas restrictivas sobre la longevidad

Adiós a los beneficios de tu dieta: el gesto cotidiano que los anula por completo
El estudio de la Universidad de Michigan demuestra que el contacto físico con alimentos redujo la eficacia genética de las dietas para vivir más
Publicado en Ciencia
Por por Sergio Agudo

Tocar comida basta para sabotear los efectos de comer menos sobre la longevidad. Un equipo de la Universidad de Michigan ha descubierto que el simple contacto físico con el alimento activa un circuito neuronal que anula los beneficios de la restricción calórica en C. elegans, un gusano de apenas un milímetro usado como modelo en investigación biológica. El hallazgo identifica por primera vez el mecanismo molecular exacto que explica por qué los estímulos sensoriales interfieren en los efectos de una dieta restrictiva.

El trabajo de Scott Leiser, publicado en PNAS y recogido por Science Daily, demuestra que el tacto reduce drásticamente la actividad de fmo-2, una enzima intestinal responsable de remodelar el metabolismo y extender la vida. En los experimentos usaron pequeñas cuentas de plástico que imitan la textura de la bacteria E. coli, el alimento habitual de estos gusanos. El resultado: aunque el animal siguiera comiendo menos, el contacto físico con estas cuentas anulaba casi por completo el efecto protector de la restricción alimentaria.

El cerebro decide si tu dieta funciona

Lo que ocurre es que el tacto activa neuronas sensoriales que liberan dopamina y tiramina, dos neurotransmisores que viajan hasta el intestino y reducen la expresión de fmo-2. Sin esta enzima funcionando a pleno rendimiento, el metabolismo deja de responder a la restricción calórica y la longevidad no aumenta. Es un mecanismo sorprendentemente directo: el cerebro detecta comida por el tacto y decide que no merece la pena activar los sistemas de longevidad asociados a comer menos.

Este descubrimiento encaja con lo que ya se sabía sobre otros sentidos. El olfato, por ejemplo, puede anular parcialmente los beneficios de la restricción calórica incluso sin que el animal llegue a comer. Lo novedoso aquí es que ahora sabemos exactamente qué gen está implicado y cómo funciona la cadena de señales desde el cerebro hasta el intestino. Los investigadores plantean que podría activarse fmo-2 artificialmente con fármacos, lo que permitiría obtener los beneficios de longevidad sin pasar hambre.

Pero hay un problema importante. Los gusanos con fmo-2 sobreactivado reaccionan peor ante estímulos —tanto positivos como negativos— y muestran respuestas alteradas en situaciones nuevas. Este cambio conductual está asociado a una alteración en el metabolismo del triptófano, lo que sugiere efectos secundarios que complican cualquier aplicación terapéutica. Si el cerebro puede predecir cuánto viviremos, manipular estos sistemas sin alterar la capacidad de respuesta al entorno no va a ser sencillo.

El equipo de la Universidad de Michigan continuará explorando cómo interactúan el cerebro, el metabolismo y el comportamiento para desarrollar fármacos que actúen sobre estos mecanismos sin comprometer la calidad de vida. Lo que está claro es que el cerebro no es un espectador pasivo en las dietas: interpreta señales sensoriales, toma decisiones metabólicas y puede decidir si una restricción alimentaria merece la pena o no. Falta por ver si este mecanismo funciona igual en mamíferos, pero los datos en gusanos son sólidos.

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