El arma de fuego más antigua de Estados Unidos es española

Un hallazgo arqueológico en Arizona revela que el arma de fuego más antigua encontrada en Estados Unidos pertenece a la expedición española de Francisco Vázquez de Coronado

El arma de fuego más antigua de Estados Unidos es española
Este cañón de bronce es considerado como el arma de fuego más antigua descubierta en el territorio continental de Estados Unidos
Publicado en Ciencia

Cuando se piensa en los orígenes armamentísticos de Estados Unidos, rara vez se mira hacia España. Sin embargo, la arqueología acaba de corregir ese reflejo automático. En Arizona, un equipo de investigadores identificó el arma de fuego más antigua hallada hasta ahora dentro de las fronteras continentales del país, y su origen es increíblemente español. Tiene casi cinco siglos de antigüedad y está directamente ligada a una de las expediciones más ambiciosas y frustradas del siglo XVI.

El hallazgo se produjo en el yacimiento de San Gerónimo III, un asentamiento temporal levantado por la expedición de Francisco Vázquez Coronado durante su avance por el suroeste norteamericano entre 1539 y 1542.

El objeto en cuestión es nada más ni nada menos que un cañón de bronce, también conocido como cañón de pared, descubierto en 2020 y analizado en profundidad en un estudio publicado en la International Journal of Historical Archeology. Las pruebas de radiocarbono y otros métodos de datación lo sitúan con claridad en el mismo periodo histórico que la expedición.

Un vestigio directo de la expedición de Coronado

Un vestigio directo de la expedición de Coronado

El cañón de origen español que fue hallado en los Estados Unidos nunca fue disparado

La expedición de Coronado partió desde el virreinato de Nueva España con un objetivo tan ambicioso como ilusorio: encontrar las legendarias Siete Ciudades de Cíbola, supuestamente repletas de oro.

Lo que encontraron, en realidad, fueron comunidades indígenas y una resistencia mucho mayor de la esperada. San Gerónimo III fue una de esas bases logísticas del grupo, pero su ocupación fue breve y violenta.

Las evidencias arqueológicas indican que el asentamiento fue atacado por los Sobaipuri O’odham, un pueblo indígena que logró forzar la retirada española. En el lugar se han encontrado armas blancas rotas, restos de cerámica europea, herramientas y puntas de flecha indígenas, un conjunto que dibuja una escena de conflicto y huida apresurada. En ese contexto, el abandono de un arma tan valiosa cobra sentido.

Un cañón que nunca llegó a dispararse

A pesar de su tamaño y de su función defensiva, el cañón presenta un detalle sorprendente: nunca fue utilizado. Los investigadores no encontraron residuos de pólvora ni proyectiles asociados, lo que indica que el arma no llegó a entrar en combate.

Con algo más de un metro de longitud y cerca de 50 kilos de peso, se trataba de una pieza que normalmente requería dos personas para su manejo y que solía apoyarse en muros o estructuras fortificadas.

Su diseño es sobrio y funcional, muy alejado de los cañones ornamentados que se fabricaban en Europa en la misma época. Esto refuerza la hipótesis de que fue fundido en el Nuevo Mundo, probablemente en México o el Caribe, donde era más importante la practicidad que la estética. Abandonarlo no habría sido una decisión tomada a la ligera, lo que subraya la gravedad del ataque y la retirada española.

Un hallazgo clave para entender la historia temprana de Estados Unidos

Más allá de su valor armamentístico, el cañón es una pieza fundamental para comprender los primeros contactos entre europeos e indígenas en el actual territorio estadounidense. Es la primera arma de fuego asociada directamente a la expedición de Coronado y, al mismo tiempo, el ejemplo más antiguo de artillería encontrado en Estados Unidos continental.

Para los arqueólogos, este tipo de hallazgos no solo amplían el conocimiento histórico, sino que también ayudan a visibilizar episodios de resistencia indígena que a menudo quedaban relegados a un segundo plano.

En este caso en específico, un objeto enterrado durante casi cinco siglos (increíble que se haya mantenido en tan buen estado) sirve para recordar que la presencia europea en suelo norteamericano comenzó mucho antes de lo que solemos imaginar… y no siempre con finales gloriosos.

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