El faraónico rescate del templo de Abu Simbel: 265.000 toneladas trasladadas piedra a piedra para evitar su desaparición

La operación más arriesgada de la historia arqueológica salvó el templo de Ramsés II cortándolo en 1.035 bloques y reconstruyéndolo 65 metros más arriba

El faraónico rescate del templo de Abu Simbel: 265.000 toneladas trasladadas piedra a piedra para evitar su desaparición
Los cuatro colosos de 20 metros flanquean la entrada del Gran Templo, reconstruido piedra a piedra en una ubicación artificial que preserva el fenómeno solar milenario
Publicado en Ciencia
Por por Sergio Agudo

Abu Simbel había estado ahí durante 3.300 años, con sus estatuas gigantes mirando el Nilo y su espectáculo de luz solar dos veces al año. Pero en los años 60, todo eso estaba a punto de desaparecer bajo las aguas del lago Nasser cuando se construyó la presa de Asuán. Era el final de una de las obras maestras de Ramsés II.

Lo que pasó después fue algo que nadie había intentado antes. Como cuenta Interesting Engineering, los ingenieros tuvieron que cortar 265.000 toneladas de templo en 1.035 pedazos y moverlo todo 200 metros tierra adentro. Y encima, mantener funcionando el truco de la luz solar de Ramsés II.

Cuando el progreso amenazó a los faraones

Vale la pena explicar qué hace especial a Abu Simbel. Ramsés II no era tonto cuando diseñó esto en el siglo XIII a.C. El templo está orientado para que el sol entre exactamente el 21 de febrero y el 21 de octubre, iluminando las estatuas de tres dioses y del propio faraón. Ptah, el dios del inframundo, se queda en sombra. Todo calculado al milímetro.

Los dos templos funcionaban como una declaración política bastante clara hacia Nubia. El Grande, con sus colosos de 20 metros, y el Pequeño dedicado a la reina Nefertari mandaban un mensaje: aquí manda Egipto. Era propaganda en piedra arenisca, pero de la buena.

El problema llegó en 1960 con la presa Alta de Asuán. La obra iba a crear un lago de 500 kilómetros que se tragaría Abu Simbel bajo 60 metros de agua. Junto con él, más de cien templos nubios y las casas de 100.000 personas. El progreso tenía un precio bastante alto.

La UNESCO se puso las pilas y lanzó una campaña internacional. Cincuenta países pusieron dinero, 80 millones de dólares de entonces. Estados Unidos, España, Italia y otros dijeron que aquello no podía perderse. Era la primera vez que se hacía algo así a esta escala.

Los ingenieros barajaron varias opciones, pero al final eligieron la más arriesgada: cortar todo el templo en bloques de hasta 30 toneladas. Usaron sierras de diamante y perforadoras neumáticas, con mucho cuidado de no crear vibraciones que destrozaran la piedra arenisca. Cada pedazo se numeró, se fotografió y se subió 65 metros más arriba.

Luego tocaba reconstruir, pero no en cualquier sitio. Crearon una montaña artificial con dos domos de hormigón de 60 metros de diámetro, los rellenaron de arena y piedras para que pareciera el entorno original. Los astrónomos tuvieron que calcular la orientación con una precisión de 1/6 de grado. Una chapuza aquí y adiós al espectáculo solar.

El 22 de febrero de 1968 fue el día de la verdad. ¿Funcionaría el truco de la luz? La respuesta fue sí, aunque con un día de retraso por los años bisiestos acumulados desde la época faraónica. Después de todo ese trabajo, el sol volvía a entrar como había hecho durante milenios.

El rescate cambió las reglas del juego en conservación mundial. La UNESCO creó la Convención de Patrimonio Mundial en 1972 basándose en esta experiencia. Egipto fue generoso con los países que ayudaron: Estados Unidos se llevó el templo de Dendur, España el de Debod, Países Bajos el de Taffeh e Italia el de Ellesiya.

Hoy, cuando visitas Abu Simbel, ves una montaña que parece normal. Solo unas placas discretas te dicen que cada centímetro fue cortado, numerado y vuelto a montar. Dos veces al año, las multitudes siguen viniendo al amanecer para ver el espectáculo que une ingeniería faraónica con moderna.

La historia conecta con otros descubrimientos que siguen revolucionando lo que sabemos del pasado. Los arqueólogos han encontrado rituales funerarios desconocidos en la tumba de Tutankhamón que cambian la comprensión de las prácticas egipcias. Mientras tanto, tecnología de hace 45.000 años que desafía las ideas previas sigue demostrando que las civilizaciones antiguas dominaban técnicas sorprendentes.

Abu Simbel sigue siendo el ejemplo de cómo salvar patrimonio cuando hay voluntad internacional. La operación demostró que se pueden mover montañas, literalmente, si hay suficiente dinero y determinación. Los avances arqueológicos continúan: investigadores ahora estudian variaciones del campo magnético terrestre con restos de hace 3.000 años, demostrando que el pasado sigue aportando conocimiento científico actual.

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