Estás comiendo plásticos, al menos eso es lo que cree un nuevo estudio
Un nuevo estudio revela que los microplásticos no solo contaminan el medio ambiente, sino que están causando daños directos en la salud humana y animal

Los microplásticos han dejado de ser un problema exclusivo de océanos lejanos para instalarse directamente en nuestros platos. Un reciente estudio recogido por SciTechDaily revela que estos fragmentos menores de 5 milímetros no solo inundan el medioambiente, sino que también están provocando daños directos en la salud animal y humana, incluyendo una nueva enfermedad que ya tiene nombre: plasticosis.
Los datos son contundentes. Investigadores australianos han documentado por primera vez esta afección en aves marinas, donde el 90% de los ejemplares analizados tenían plástico en sus estómagos. Los humanos tampoco estamos libres: estudios preliminares vinculan la exposición a microplásticos con enfermedades inflamatorias intestinales, y los números no mienten.
La plasticosis llega oficialmente al mundo científico
En 2025, científicos de la isla Lord Howe confirmaron la existencia de esta nueva enfermedad causada exclusivamente por la ingesta de plástico. Los análisis revelaron casos extremos de aves con hasta 202 fragmentos plásticos por individuo, principalmente de polietileno y polipropileno. Estos desechos causan cicatrices crónicas en el sistema digestivo, deformando órganos y reduciendo dramáticamente la capacidad de absorber nutrientes.
"Las glándulas digestivas se atrofian hasta perder su estructura", explica Alex Bond, biólogo del Museo de Historia Natural de Londres. En España, donde el marisco que tiene más microplásticos es el plato estrella en muchos bares, los datos resultan especialmente relevantes. Los mejillones contienen tal cantidad de fibras sintéticas que los consumidores habituales pueden ingerir hasta seis metros anuales.
Aunque en humanos aún no se ha confirmado oficialmente la plasticosis, un trabajo con 52 pacientes mostró que quienes padecían enfermedades inflamatorias intestinales tenían niveles significativamente más altos de plásticos en heces. Como advierte el psiquiatra Nicholas Fabiano, el dramático aumento de los microplásticos en nuestro cerebro es particularmente alarmante, multiplicándose por 10 en solo 8 años.
Los microplásticos ingresan al cuerpo humano por múltiples vías difíciles de controlar. Los alimentos y el agua representan la principal fuente: mariscos, sal marina e incluso botellas de agua contienen partículas microscópicas. Una investigación en Corea del Sur estimó que una persona puede ingerir hasta 1.182 fragmentos anuales solo por consumo de mariscos, mientras que hay microplásticos en todos y cada uno de los animales del planeta menos en uno.
Los riesgos identificados van mucho más allá de simples molestias digestivas. Las partículas afiladas causan inflamación y lesiones en tejidos, similares a las observadas en aves marinas. Un hallazgo especialmente preocupante es la presencia de nanoplásticos en placentas humanas, partículas mil veces más pequeñas que un glóbulo rojo que alteran el desarrollo cerebral fetal.
La contaminación también afecta la agricultura. Los microplásticos están afectando a los humanos, pero también a las plantas, reduciendo entre un 7% y 12% su capacidad fotosintética. Las pérdidas estimadas alcanzan 360 millones de toneladas de cultivos anuales.
Ante este panorama, los expertos piden medidas inmediatas: reducir el uso de plásticos de un solo uso, invertir en sistemas de filtrado avanzados y regular aditivos tóxicos. Mientras tanto, evitar calentar alimentos en envases plásticos puede minimizar la exposición individual. Como advierte Bond: "Las consecuencias de ingerir plástico son profundas, y apenas empezamos a entenderlas".