La NASA desmonta uno de los mayores mitos sobre las galaxias y pone en jaque los fundamentos de la astronomía moderna
Un estudio masivo con datos de rayos X revela que la mayoría de galaxias enanas carecen de agujero negro central, contradiciendo el consenso científico
La NASA ha confirmado que la regla de oro de las galaxias no sirve para nada: la inmensa mayoría de las galaxias enanas no tienen un agujero negro supermasivo en su interior. Un estudio masivo ha tirado por tierra la creencia de que "toda galaxia tiene un corazón oscuro", revelando que los modelos astronómicos actuales estaban equivocados al asumir que lo que vale para las gigantes sirve para las pequeñas.
Los datos salen de dos décadas de observaciones del telescopio Chandra y son contundentes: tras analizar más de 1.600 galaxias, los investigadores han visto que en las enanas la probabilidad de encontrar un agujero negro central cae al 30%. Es un golpe de realidad similar al que nos llevamos al descubrir tres galaxias monstruosas que desafiaban los modelos, confirmando que el universo es mucho más caótico de lo que pintan las simulaciones.
El universo está más vacío de lo que pensábamos
La clave del hallazgo está en los rayos X. Cuando un agujero negro traga gas, este se calienta y brilla; es la misma pista que usamos para ver a un agujero negro expulsando materia. El problema es que, en las galaxias pequeñas, esa señal simplemente no está. No es que los agujeros negros estén "apagados", es que directamente no existen, lo que deja a estas galaxias huérfanas de núcleo.
Esto da la vuelta a la tortilla sobre cómo nacen estos colosos. Si las enanas no los tienen, gana peso la teoría de las "semillas pesadas": los agujeros negros supermasivos no crecen poco a poco comiendo estrellas, sino que nacen ya gigantes por el colapso directo de nubes de gas. Esto explicaría por qué vemos agujeros negros imposibles en el universo temprano que son demasiado grandes para tener tan poco tiempo de vida.
La mala noticia es para los cazadores de ondas gravitacionales. Misiones como LISA, esa antena gigantesca para escuchar el universo, basaban sus predicciones en que las galaxias enanas chocaban y fusionaban sus agujeros negros constantemente. Si esos agujeros no existen, habrá muchas menos fusiones que detectar, lo que obliga a rebajar las expectativas de lo que vamos a "oír" en la próxima década.
Por suerte, en las grandes ligas todo sigue igual. Las galaxias masivas como la nuestra o nuestras vecinas sí cumplen la norma, como demuestra el agujero negro detectado en la Gran Nube de Magallanes. El error ha sido pensar que el cosmos era uniforme; ahora sabemos que las reglas del juego cambian radicalmente según el tamaño del tablero.
Este estudio obliga a reescribir la historia de la evolución galáctica. Nos hemos pasado años buscando algo que no estaba ahí, asumiendo que las galaxias enanas eran versiones en miniatura de la Vía Láctea, cuando en realidad son bestias completamente distintas con un interior mucho más aburrido y vacío de lo que imaginábamos.