No son las pirámides, pero desde el espacio se puede ver algo gigantesco y muy preocupante
Los satélites que circundan nuestro planeta nos permiten tener una imagen clara del funcionamiento del mismo

Siempre se ha dicho que la Gran Muralla China o incluso las pirámides de Egipto podían verse desde el espacio, pero más allá de la construcciones humanas, existen otras cosas realmente gigantes que sí destacan de forma evidente cuando se las observa desde la órbita terrestre. En este caso, no hablamos de una construcción humana, sino de algo mucho más preocupante para el ecosistema: el iceberg más grande del mundo, que acaba de perder un fragmento considerable según datos recientes. Mientras algunos se preguntan si estos sucesos son señales de un cambio climático cada vez más pronunciado, la ruptura de un bloque de hielo tan colosal afecta a todo lo que hay sobre nuestro planeta, ya que es una gran advertencia.
Lo cierto es que presenciar el desprendimiento de un iceberg de semejante magnitud nos recuerda la fragilidad de los entornos polares y la capacidad de la naturaleza de poner en jaque a cualquier previsión humana, algo que ya ha quedado demostrado con el glaciar del Juicio Final que es una de las últimas advertencias que el planeta nos está dando. Pero, ¿qué ha ocurrido realmente con este gigante blanco? Vamos a echarle un ojo en detalle para ver qué podemos sacar en claro.
El iceberg más grande del mundo se desmorona
 captando desde el espacio el gigantesco iceberg](https://cdn.andro4all.com/andro4all/2025/02/el-noaa-captando-el-iceberg.png)
El NOAA captando desde el espacio el gigantesco iceberg
Según ScienceAlert, un bloque de aproximadamente 19 kilómetros de largo se ha desprendido del iceberg A23a, considerado el más extenso que existe en la actualidad. Este enorme trozo forma parte de una masa de hielo mayor, de unos 3360 kilómetros cuadrados de superficie total, y que en su conjunto pesa alrededor de un billón de toneladas. Pese a su tamaño colosal, se mantenía relativamente estable desde el año 2020, cuando inició su “viaje” alejándose de la plataforma antártica.
El desprendimiento de este trozo, que ocupa unos 80 kilómetros cuadrados, podría ser el primer indicio de que el “mega-iceberg” empieza a fragmentarse de forma irreversible. No obstante, los expertos apuntan a que podría tratarse únicamente de un segmento inestable que estaba a punto de soltarse, y que el cuerpo principal aún se conserve bastante sólido. Las imágenes por satélite confirman lo que estaba ya bastante claro y la rotura sirve como una llamada de atención sobre las próximas roturas que van a llegar al iceberg.
El iceberg en cuestión navega hacia la isla de South Georgia, en el Atlántico Sur, arrastrado por la potente Corriente Circumpolar Antártica. Allí existe la posibilidad de que las cosas se compliquen todavía más, si se encalla en aguas poco profundas, podría afectar la vida marina de pingüinos y focas dañando así sus rutas y comprometiendo la estabilidad de las colonias en el largo plazo. Cuando enormes masas de hielo quedan estancadas cerca de la costa, no solo se altera el flujo natural de nutrientes, sino que además se obstaculiza la movilidad de las especies que dependen de esas aguas.
Otro dato interesante es que este iceberg fue parte del ártico original desde 1986, permaneciendo bloqueado más de 30 años antes de separarse completamente de la masa ártica. Hasta ahora, se había mantenido prácticamente entero, pese a haber ido agrietándose con el tiempo. Pero este nuevo desprendimiento puede abrir la puerta a un colapso más rápido del que se esperaba y bastante poco esperanzador. Además, que se pueda ver desde el espacio es algo verdaderamente sorprendente.
En caso de que A23a se partiera en más trozos definitivamente, esto tendría un impacto irónicamente positivo en la fauna, ya que no entorpecería tanto sus relaciones sociales y sus hábitos de caza como encontrarse un bloque gigantesco de varios kilómetros de ancho en la "puerta" de su casa.
En cualquier caso, este suceso evidencia lo variables que resultan los entornos polares y la influencia que un iceberg colosal puede ejercer sobre ecosistemas alejados de la Antártida. El futuro de A23a depende en gran medida de las corrientes oceánicas y de la temperatura del agua, factores que dictarán si morirá, o vivirá.