Nos estamos quedando sin agua limpia, pero un desconocido microbio va a cambiarlo todo

Investigadores encuentran una bacteria que vive en suelos profundos y podría purificar agua contaminada de forma natural

Nos estamos quedando sin agua limpia, pero un desconocido microbio va a cambiarlo todo
La bacteria Sysuimicrobiota sobrevive a más de 21 metros bajo tierra y representa hasta el 50% de comunidades microbianas en ecosistemas subterráneos
Publicado en Ciencia
Por por Sergio Agudo

Llevamos años hablando de la crisis del agua potable como si fuera algo lejano, pero la realidad es que ya está aquí y un descubrimiento científico podría ser la solución que tanto necesitamos. Investigadores de la Universidad Estatal de Michigan han encontrado una nueva especie bacteriana que funciona como filtro natural contra contaminantes, y podría cambiar completamente cómo purificamos el agua.

Tal y como ha publicado PNAS, esta bacteria llamada Sysuimicrobiota vive tranquilamente en suelos profundos donde cualquier otro microorganismo moriría sin contemplaciones. Lo curioso es que representa hasta el 50% de las comunidades microbianas en algunos ecosistemas subterráneos, así que no es precisamente un actor secundario.

El microbio que podría salvar nuestras aguas

Vamos a poner un poco de contexto sobre la mesa. Sysuimicrobiota no es tu bacteria típica de laboratorio. Esta vive en condiciones que matarían a cualquier otra, a más de 21 metros bajo tierra, sin oxígeno decente y con los nutrientes justos para sobrevivir. Que domine estos ambientes tan hostiles la convierte en una candidata perfecta para limpiar agua contaminada.

Los científicos la han encontrado en sitios de lo más variados: fuentes termales, suelos de pastizales templados y acuíferos aluviales en Estados Unidos y China. Su bioquímica es completamente diferente a lo que conocemos, lo que sugiere que tiene genes especializados en degradar contaminantes que se resisten a otros tratamientos.

James Tiedje, que dirige el Centro de Ecología Microbiana de la MSU, lo explica bastante claro: su fisiología única podría resolver problemas urgentes de contaminación del agua. Eso sí, el equipo se enfrenta a un problemilla: cultivar estas bacterias en laboratorio es complicadísimo porque son extremadamente caprichosas con su entorno.

La cosa funciona así: mientras las bacterias de superficie se encargan de eliminar elementos básicos como carbono, nitrógeno y azufre, Sysuimicrobiota entra en acción cuando llegan los contaminantes duros como pesticidas y herbicidas que logran colarse hasta las capas profundas.

Y es que el tema del agua contaminada es más serio de lo que parece. Como ya contamos, el 99% del agua embotellada contiene químicos permanentes según un estudio internacional. Los PFAS, esos "químicos eternos", están tanto en el agua embotellada como en la del grifo, y representan un problema sanitario global bastante gordo.

Mientras tanto, otras soluciones aparecen por todos lados. Investigadores han creado un dispositivo portátil que saca agua potable del aire, perfecto para zonas con escasez de agua. El aparato cabe en una mochila y consume poca energía, así que podría revolucionar el acceso al agua en regiones complicadas.

También está el tema espacial, que siempre da ideas curiosas. Científicos han diseñado un traje espacial que convierte orina en agua potable, una tecnología pensada para el espacio pero que podría adaptarse para situaciones de crisis en la Tierra.

Los próximos pasos con Sysuimicrobiota incluyen identificar qué enzimas específicas pueden degradar contaminantes como plásticos o metales pesados, crear modelos para predecir cómo interactuaría con aguas subterráneas contaminadas, y expandir la investigación a sitios donde realmente se necesita como India o África subsahariana.

Si todo sale bien y los experimentos confirman que funciona, esta bacteria podría integrarse en sistemas de tratamiento sostenibles. Sería especialmente útil en zonas donde la agricultura intensiva y la industria han contaminado los acuíferos hasta límites preocupantes. Al final, este descubrimiento demuestra algo importante: que la naturaleza podría tener las respuestas que llevamos años buscando para problemas que creíamos casi imposibles de resolver.

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