Un grupo de científicos europeos da el primer paso hacia la creación de unas "lentillas inteligentes" capaces de fusionar totalmente el mundo real y el virtual
Una pantalla revolucionaria, más pequeña que la punta de un lápiz y con una resolución que supera el límite de percepción del ojo humano, promete redefinir la realidad virtual y abrir la puerta a interfaces de visión directa
Imagina poder ver información digital, mapas o mensajes superpuestos sobre el mundo real con una nitidez perfecta, como si estuvieran pintados en la realidad, o sumergirte en un entorno virtual donde sea imposible distinguir un píxel, donde la textura de una hoja o el brillo de una armadura se perciban con fidelidad absoluta, este escenario, que hasta ahora pertenecía al ámbito de la ciencia ficción, acaba de recibir un impulso de plausibilidad gigante originado en unos laboratorios de Suecia.
Un equipo multidisciplinar formado por escolares de las universidades de Chalmers, Gotemburgo y Uppsala ha presentado en la revista Nature un avance que puede cambiar para siempre el mundillo de pantallas; el "retina e-paper" o papel electrónico de retina, se trata de una micro-pantalla reflectante que, por su resolución extrema, su minúsculo tamaño y su bajo consumo, es el candidato ideal para ser colocada a centímetros (o incluso milímetros) del ojo, allanando el camino hacia unas futuras lentillas o gafas de realidad aumentada ultraligeras y completamente ergonómicas.
El Santo Grial de las pantallas
El principal obstáculo para lograr una realidad virtual o aumentada verdaderamente inmersiva ha sido siempre la limitación física de los píxeles, en las pantallas convencionales, como las micro-LED, cuando los píxeles se reducen por debajo de una micra, su funcionamiento se degrada: pierden brillo, los colores se contaminan entre sí y la uniformidad se resiente, la solución planteada por el equipo ha sido radical: prescindir de los píxeles emisores de luz y crear unos nuevos, llamados "metapíxeles", que en vez de emitir, reflejan la luz ambiental, como lo hace el papel.
Estos metapíxeles son discos nanométricos de óxido de tungsteno, un material electrocrómico, depositados sobre un sustrato reflectante, su magia reside en dos propiedades; la primera es física: su tamaño y disposición (de apenas 560 nanómetros de diámetro, más pequeños que la longitud de onda de la luz visible) determinan qué color reflejan por un fenómeno óptico llamado dispersión de Mie.
La segunda es eléctrica: aplicando un pequeño voltaje, se puede inducir en el material una transición reversible de aislante a metal, cambiando drásticamente su reflectancia y permitiendo "encender" y "apagar" cada punto de color.
El resultado es una pantalla pasiva que no se cansa de batir récords, su densidad de píxeles supera los 25.000 píxeles por pulgada (PPI), una cifra que deja en ridículo los 300-500 PPI de un smartphone actual y, lo que es más importante, supera el límite teórico de agudeza visual humana: "Esto significa que cada píxel se corresponde aproximadamente con un solo fotorreceptor en el ojo. Los humanos no podemos percibir una resolución mayor que esta", explica el profesor Andreas Dahlin, en una nota de prensa de la Universidad de Chalmers.
Para demostrar el potencial de su creación, los investigadores eligieron un desafío visual complejo: reproducir El beso, la icónica y detallada pintura de Gustav Klimt, lo lograron con fidelidad en una pantalla de apenas 1,4 x 1,9 milímetros, un área 4.000 veces menor que la de un teléfono inteligente estándar, en ese espacio mínimo, la imagen conservaba todo su detalle y riqueza cromática, probando que la tecnología puede manejar información visual extremadamente compleja en un formato microscópico.

El beso (Gustav Klimt), la imagen reproducida por la tecnología desarrollada
El camino desde este prototipo de laboratorio hasta un producto comercial no está exento de desafíos, los investigadores señalan que necesitan trabajar en ampliar la gama de colores, mejorar la durabilidad de los materiales y desarrollar sistemas de control electrónico (matrices de transistores) capaces de dirigir individualmente cada uno de los miles de millones de metapíxeles de forma coherente.
Sin embargo, los investigadores insisten en que las implicaciones son tan profundas que justifican plenamente el esfuerzo; "Esta tecnología puede proporcionar nuevas formas de interactuar con la información y el mundo que nos rodea. Podría ampliar las posibilidades creativas, mejorar la colaboración remota e incluso acelerar la investigación científica", afirma Kunli Xiong, profesor de la Universidad de Uppsala e investigador principal del estudio.
Este avance no pretende sustituir a la tele de tu salón, ni necesariamente a tu smartphone, busca más bien crear un nuevo aparato que complemente a un ecosistema digital ya existente, a mí no me parece descabellada la idea de que unas gafas o lentillas inteligentes acaben cuajando en nuestra vida cotidiana, al fin y al cabo, ya sabemos que varios magnates tecnológicos están apostando por estas tecnologías, y es más, hace unas cuantas décadas también resultaba impensable llevar un miniordenador en nuestros bolsillos.