La apuesta millonaria de Zuckerberg por la IA tropieza con egos y fugas de talento

El fichaje de Shengjia Zhao como chief AI scientist no evita tensiones en Meta Superintelligence Labs, la división más caótica del gigante tecnológico.

La apuesta millonaria de Zuckerberg por la IA tropieza con egos y fugas de talento
Publicado en Tecnología
Por por Alex Verdía

La batalla por la inteligencia artificial está reconfigurando las entrañas de Meta. Lo que debía ser un golpe de autoridad con fichajes de alto nivel y una inversión multimillonaria se ha convertido en un laboratorio lleno de tensiones, fugas y reorganizaciones constantes. La llegada de Shengjia Zhao, uno de los creadores de ChatGPT, parecía un triunfo para Zuckerberg, pero a los pocos días de firmar contrato, Zhao amenazó con volver a OpenAI. Solo un cambio de título —el de chief AI scientist— logró retenerlo, reflejando hasta qué punto la apuesta por la superinteligencia está siendo más accidentada de lo previsto.

Meta Superintelligence Labs (MSL), la división creada para perseguir el sueño de la superinteligencia, una IA que supere al ser humano, se ha convertido en el epicentro de la reorganización más profunda en 20 años de historia de Meta. Zuckerberg ha desplazado a parte de sus hombres de confianza, como Chris Cox, y ha puesto al frente a nuevos perfiles como Alexandr Wang, ex CEO de Scale AI, o el emprendedor Nat Friedman, en un intento desesperado por recuperar terreno frente a OpenAI y Google.

Fugas de talento, choques culturales y presión desde arriba

La salida de estas figuras del proyecto no ha estado exento de turbulencias. Varios fichajes ya han salido por la puerta trasera después de pasar muy poco tiempo en la compañía. El científico Ethan Knight se marchó semanas después de llegar; el investigador Avi Verma ni siquiera se presentó el primer día. Otros, como Rishabh Agarwal, anunciaron públicamente su salida pese a calificar como “compelling” la visión de Zuckerberg y Wang.

Tampoco los veteranos están resistiendo. Nombres históricos como Chaya Nayak o Loredana Crisan han abandonado la compañía tras casi una década, sumándose a una ola de salidas que ha vaciado parte del núcleo original de su equipo de IA generativa. Incluso referentes como Yann LeCun se han visto relegados, pasando a reportar directamente a Wang.

A la pérdida de talento se añaden los roces culturales. Los recién llegados, acostumbrados a la agilidad de startups como OpenAI o Scale, se topan con la burocracia de una empresa valorada en 1,95 billones de dólares, donde los recursos prometidos —como acceso a potencia de cómputo— no siempre llegan a tiempo. Varios describen a Zuckerberg como demasiado involucrado, rozando la micromanipulación, y a Wang como un líder sin experiencia en dirigir equipos dentro de una gran corporación.

Las tensiones han llegado a tal punto que el plan inicial de lanzar públicamente el modelo Llama Behemoth se ha abandonado tras un rendimiento decepcionante. En su lugar, el equipo TBD Labs —dirigido por Wang— se centra en construir modelos nuevos desde cero. Pero mientras Zuckerberg exige acelerar los plazos para alcanzar la superinteligencia, la división acumula su cuarta reorganización en seis meses, alimentando dudas sobre su rumbo real.

Desde la compañía se resta importancia a los problemas, asegurando que “algo de rotación es normal” y que cuentan con “la mayor capacidad de cómputo por investigador de la industria”. Sin embargo, el anuncio de un congelamiento de contrataciones en MSL, con excepciones solo para puestos críticos, evidencia que la presión por replantear la estrategia es fuerte.

En paralelo, Meta continúa con una ofensiva sin precedentes: ha invertido 14.000 millones en Scale AI, ha adquirido startups de voz como Play AI y WaveForms AI, y ha sellado alianzas como la de Midjourney para reforzar sus capacidades creativas. También construye mastodónticos centros de datos, incluido el proyecto Hyperion en Luisiana, de 50.000 millones de dólares, diseñado para alimentar sus ambiciones de cómputo.

El problema es que, entre tantas promesas y movimientos, el proyecto de superinteligencia de Zuckerberg parece atrapado entre el ego de sus nuevos líderes, la fuga de veteranos y la impaciencia del propio CEO. En su afán por no quedarse atrás en la carrera global, Meta corre el riesgo de que su mayor apuesta acabe convirtiéndose en un símbolo de desorganización más que de innovación.

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