La amenaza silenciosa para el planeta Tierra yace bajo nuestros pies y tiene un poder devastador

El Hayli Gubbi ha erupcionado por primera vez en 12.000 años; tres de cada cuatro grandes erupciones vienen de volcanes así de olvidados

La amenaza silenciosa para el planeta Tierra yace bajo nuestros pies y tiene un poder devastador
Los volcanes más peligrosos no son los famosos, sino los que llevan siglos en silencio y nadie vigila
Publicado en Ciencia
Por por Sergio Agudo

El volcán Hayli Gubbi, en Etiopía, ha entrado en erupción por primera vez en al menos 12.000 años. El pasado noviembre, este volcán escudo situado en el Rift de Afar lanzó una columna de ceniza que alcanzó unos 14 kilómetros de altura, con material volcánico cayendo hasta Yemen y afectando al espacio aéreo del norte de la India. Lo que ha ocurrido en Etiopía no es una erupción cualquiera: nos recuerda dónde están los verdaderos peligros geológicos.

Según publica ScienceAlert, la mayor amenaza volcánica global no viene de los volcanes famosos –Etna, Yellowstone– sino de volcanes que llevan siglos dormidos y que apenas tienen vigilancia. En zonas como el Pacífico, Sudamérica e Indonesia, un volcán sin erupciones registradas entra en actividad cada siete o diez años de media. Y sus efectos pueden notarse en todo el planeta.

El Chichón: cuando un volcán olvidado cambió el clima

El caso de El Chichón, en México, es el ejemplo más claro. En 1982, este volcán desconocido y sin ningún tipo de monitorización erupcionó sin previo aviso tras siglos en silencio. El balance inmediato: más de 2.000 muertos y 20.000 desplazados, el peor desastre volcánico en la historia moderna de México. Pero el azufre que lanzó a la atmósfera enfrió el hemisferio norte y desplazó el monzón africano, lo que contribuyó a la hambruna etíope de 1983-85 –alrededor de un millón de víctimas por una erupción a miles de kilómetros–.

Los datos de vigilancia son alarmantes: menos de la mitad de los volcanes activos del mundo están monitorizados de forma adecuada. Hay más estudios publicados sobre el Etna que sobre los 160 volcanes de Indonesia, Filipinas y Vanuatu juntos, regiones donde viven millones de personas. Una situación que contrasta con casos como el del volcán submarino Axial Seamount, cuya erupción en 2025 se pudo predecir gracias a sensores avanzados.

¿Por qué ocurre esto? Detrás hay sesgos cognitivos. El sesgo de normalidad nos hace asumir que lo que lleva quieto mucho tiempo seguirá igual. El heurístico de disponibilidad nos lleva a temer más erupciones que recordamos –como la del Eyjafjallajökull en 2010– que volcanes zombi aparentemente extintos. El problema: tres de cada cuatro grandes erupciones vienen de volcanes que llevaban al menos un siglo callados.

Cuando hay vigilancia, las catástrofes se evitan: Pinatubo en 1991, Merapi en 2019, La Soufrière en 2021. Por eso se ha creado la Global Volcano Risk Alliance, centrada en actuar antes de que lleguen las erupciones. Herramientas como la IA que predice terremotos o los sistemas de alerta temprana de inundaciones muestran que es posible anticiparse. Ahora toca redirigir esos recursos hacia los volcanes olvidados de Latinoamérica, el sudeste asiático, África y el Pacífico.

El Hayli Gubbi no ha causado víctimas mortales, pero ha dejado un recordatorio incómodo. La próxima gran erupción probablemente no vendrá de un volcán que conozcamos, sino de uno que ni siquiera aparece en las noticias. Y cuando eso ocurra, la diferencia entre tragedia evitable y catástrofe humanitaria dependerá de si alguien estaba mirando.

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