Un crimen llevaba siglos sin resolverse, pero gracias a una técnica futurista finalmente se ha llegado a una conclusión

Científicos identifican el esqueleto de Béla de Macsó, asesinado en 1272, combinando análisis de ADN antiguo y el estudio de sus 26 heridas

Un crimen llevaba siglos sin resolverse, pero gracias a una técnica futurista finalmente se ha llegado a una conclusión
Los restos hallados en Budapest confirman la identidad del duque y revelan la brutalidad de su asesinato a manos de tres agresores
Publicado en Ciencia
Por por Sergio Agudo

Han tardado 750 años, pero por fin sabemos quién es el esqueleto cosido a puñaladas que apareció bajo un monasterio de Budapest. La ciencia moderna ha puesto nombre a un crimen medieval: se trata de Béla de Macsó, un duque asesinado en 1272 cuyo caso se cerró en falso en su época y que ahora se resuelve definitivamente gracias a la genética.

La investigación la recoge El Confidencial, detallando cómo un equipo húngaro ha combinado análisis de ADN, isótopos y carbono-14 para identificar los restos hallados en 1915. Lo que parecía un enterramiento anónimo ha resultado ser la tumba de un noble de sangre real, confirmando las crónicas que hablaban de una muerte violenta y traicionera a manos de sus propios rivales políticos.

Autopsia de un magnicidio medieval

Los huesos hablan y lo que cuentan es terrorífico. El esqueleto presenta 26 heridas de arma blanca, con nueve golpes concentrados en el cráneo. El patrón de las lesiones indica que fue atacado por tres personas a la vez, probablemente desarmado. Es un ensañamiento que recuerda a conflictos donde se usan cadáveres como armas biológicas, buscando no solo eliminar al objetivo, sino destruirlo por completo.

Para ponerle nombre han tenido que tirar de genética comparada. El ADN extraído coincide con los marcadores de la dinastía Árpád y la casa Rurik, vinculándolo con la realeza húngara y la nobleza escandinava. Es la prueba definitiva que faltaba, ya que los registros situaban su muerte allí, pero hasta ahora no había forma de diferenciar sus restos de los demás.

La tecnología no solo dice cómo murió, sino cómo vivió. Los isótopos de estroncio revelan que pasó su infancia en el sur antes de mudarse a la actual Budapest. También sabemos que comía mucho pescado, un dato que ayuda a trazar costumbres igual que hacemos al investigar dónde vivieron los antepasados del ser humano para entender mejor las migraciones antiguas.

Este hallazgo es un hito porque rara vez se consigue identificar a un personaje histórico concreto solo con huesos. Béla murió joven, entre los 24 y 27 años, pero la ciencia forense ha logrado lo que sus asesinos intentaron evitar: que su identidad sobreviva siete siglos después de que lo mataran a traición en una isla del Danubio.

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