23andMe, la empresa de genética más importante, se va a la bancarrota y surgen dudas sobre el futuro de los datos de los clientes
La pionera en análisis genéticos domésticos se declara en bancarrota tras sufrir un hackeo que expuso datos de 6,9 millones de usuarios y una caída constante en ventas, generando dudas sobre qué ocurrirá con millones de perfiles

La que fuera referente de la genética personal atraviesa una crisis sin precedentes. El líder de las pruebas de ADN caseras se enfrenta a serios problemas financieros que ponen en riesgo no solo el futuro de la empresa, sino también la seguridad de millones de perfiles genéticos, abriendo un debate sobre qué pasará realmente con información tan sensible y personal.
Según informa The Verge, la compañía 23andMe estaría considerando acogerse al Capítulo 11 de la ley de bancarrota estadounidense, un recurso que permitiría reorganizar sus deudas mientras sigue operando. Esta decisión llega tras años de ventas en descenso y una serie de problemas que han puesto contra las cuerdas a la que fue pionera en este tipo de análisis.
Del éxito rotundo a la quiebra inminente
El declive de 23andMe tiene varias causas que se suman. Por un lado, el mercado está saturado; la mayoría de personas interesadas en conocer sus raíces genéticas ya compraron kits durante el boom entre 2010 y 2020, y las pruebas de ADN no son precisamente algo que necesites repetir. Esto ha provocado una caída importante en las ventas que ha dejado a la compañía en una situación financiera complicada.
Además, en 2023 sufrieron un grave hackeo que expuso datos de 6.9 millones de usuarios, lo que desencadenó demandas millonarias que han debilitado aún más sus finanzas. Este problema de seguridad no solo ha tenido consecuencias económicas, sino que ha minado la confianza de los usuarios sobre cómo gestionan algo tan personal como su código genético.
El modelo de negocio de la compañía también ha estado en entredicho. Su estrategia de monetizar los datos genéticos mediante acuerdos con farmacéuticas como GlaxoSmithKline ha generado debate por las implicaciones éticas de comerciar con información tan íntima. Una apuesta que, a la vista de los resultados, tampoco ha generado los beneficios esperados.
La situación de 23andMe no es un caso aislado en el sector. Otras empresas como AncestryDNA tuvieron que vender su división sanitaria en 2020, mientras que MyHeritage recortó un 30% de su plantilla en 2023. El panorama muestra un declive generalizado de la industria de pruebas genéticas directas al consumidor.
Este caso contrasta con otros avances en el campo de la genética, como la posibilidad de editar genes que ya es una realidad, aunque con un coste prohibitivo. Mientras 23andMe se hunde, otros países están invirtiendo miles de millones para revolucionar la tecnología genética, mostrando que el sector sigue teniendo un enorme potencial a pesar de estos tropiezos.
La gran incógnita es qué ocurrirá con los millones de perfiles genéticos almacenados si la empresa termina cerrando. Aunque los datos no desaparecerían automáticamente, existe el riesgo de que acaben siendo vendidos como un activo más durante el proceso de bancarrota, a pesar de que la política de privacidad actual de 23andMe lo prohíbe expresamente sin consentimiento. Aunque no sería la primera empresa que prohíbe algo en sus políticas y luego se desdice, pensemos en Mozilla...
La empresa tiene hasta noviembre de 2024 para presentar un plan de reestructuración ante los tribunales. Mientras tanto, sigue vendiendo kits a precios entre 99 y 229 dólares, y mantiene sus acuerdos con varias farmacéuticas. Sus acciones, que llegaron a cotizar a 42 dólares en 2021, ahora apenas alcanzan los 54 centavos, un reflejo claro de su caída.
Este caso pone sobre la mesa el complicado equilibrio entre innovación biotecnológica, rentabilidad y protección de la privacidad. La caída de 23andMe marca un punto de inflexión para toda la industria genética comercial y plantea preguntas importantes sobre el futuro de nuestros datos más personales: ¿quién debería custodiarlos y bajo qué garantías deberíamos compartir información tan íntima como nuestro propio ADN?