El truculento secreto de las empresas de implantes cerebrales. Es algo oscuro
Senadores estadounidenses denuncian que empresas como la de Elon Musk recopilan información cerebral sin transparencia y podrían compartirla con anunciantes y desarrolladores de IA

Se acabó el misterio. Las empresas de implantes cerebrales quieren tus pensamientos, y no precisamente para ayudarte. Un grupo de senadores demócratas estadounidenses ha encendido todas las alarmas al denunciar que Neuralink explota datos neuronales sin garantías claras sobre su uso posterior. Según Futurism, Chuck Schumer y Ed Markey han enviado una carta a la Comisión Federal de Comercio advirtiendo que estas empresas podrían compartir nuestros datos cerebrales más íntimos con anunciantes y desarrolladores de inteligencia artificial.
Los senadores, basándose en un informe de la NeuroRights Foundation, explican que estos datos neuronales revelan estados mentales y emociones íntimas. Lo peor es que la mayoría de estas compañías operan casi sin restricciones, guardando y distribuyendo esta información sin la transparencia que merecería algo tan personal.
El pensamiento como mercancía: la última frontera de la privacidad
El chip Telepathy de Neuralink, que ya fue implantado en un humano este año, es solo la punta del iceberg. En un momento en que Elon Musk ha recortado equipos de supervisión, la empresa sigue captando voluntarios para sus pruebas sin aclarar bien qué harán con los datos que recojan de sus cerebros.
Ya hemos visto a Noland Arbaugh, quien ahora juega a videojuegos solo con pensar, mostrando el lado más llamativo de esta tecnología. Pero la carta de los senadores deja claro que sin reglas estrictas, nuestros pensamientos serán mercancía sin que nos enteremos de la mitad.
Jathan Sadowski, citado en el informe, lo explica sin rodeos: "La información se ha convertido en capital, esencial para generar valor en entornos digitales". Lo que ya pasa con nuestros datos en redes sociales podría ser un juego comparado con esto.
Mientras tanto, siguen apareciendo avances como chips del tamaño de un guisante para tratar trastornos neurológicos. Desarrollos que podrían ayudar a muchísima gente, pero que nos dejan la misma duda de privacidad.
La carta también menciona riesgos de seguridad nacional, sugiriendo que países como China podrían desarrollar "armas de control cerebral". Esta advertencia cobra otro sentido cuando vemos casos como el de un hombre que controla una mano robótica con su mente, demostrando que las aplicaciones trascienden la medicina.
Los senadores, todos mayores de 70 años y criticados por ello en el artículo, piden a la FTC "actuar decisivamente". Pero los expertos como Sadowski creen que regular nunca será suficiente si no cambiamos el modelo de negocio basado en exprimir datos personales.
Al final, la pregunta es sencilla: ¿queremos que nuestros pensamientos y emociones se conviertan en productos? De la respuesta depende no solo el futuro de nuestra intimidad mental, sino también dónde ponemos los límites a la economía de datos.