El último gran proyecto de Elon Musk fracasa y desaparece sin hacer ruido apenas unos meses después

El organismo creado para "depurar" el gobierno cierra sus puertas tras meses de caos. La gestión de Musk, basada en la filosofía startup de romper cosas rápido, termina sin los ahorros prometidos

El último gran proyecto de Elon Musk fracasa y desaparece sin hacer ruido apenas unos meses después
El intento de aplicar ingeniería de software a la burocracia fracasa. La falta de experiencia y los recortes arbitrarios obligaron a revertir medidas y recontratar personal esencial
Publicado en Tecnología
Por por Sergio Agudo

Elon Musk llegó a Washington convencido de que el gobierno de EE. UU. era un software antiguo lleno de código basura que necesitaba un "refactorizado" agresivo. Prometió aplicar la mentalidad de Silicon Valley a la administración pública, pero el experimento ha terminado con un error fatal del sistema. El Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE), creado para optimizar el estado como si fuera una empresa tecnológica, ha sido disuelto silenciosamente mucho antes de su fecha límite de 2026.

La confirmación llega desde The Guardian, donde detallan que la administración ha bajado la persiana del organismo. El balance de resultados es un desastre en términos de ROI (retorno de inversión): prometieron liberar 2.000 millones de dólares de espacio en disco presupuestario y apenas han logrado documentar 214.000 millones. La realidad es que el coste de los "bugs" generados —indemnizaciones y parálisis operativa— ha superado al ahorro teórico.

Un despliegue a producción sin testear

La implosión del proyecto era previsible para cualquiera que haya seguido el historial reciente del magnate. Musk intentó aplicar sus famosos "sprints" de trabajo a la burocracia hasta que la lió en el gobierno y se fue el pasado mes de mayo. Su salida abrupta refuerza los avisos de que Musk carece de la estabilidad necesaria para un cargo donde no puedes arreglar las cosas simplemente rompiéndolas primero.

El funcionamiento interno de DOGE replicó el caos de Twitter tras su compra, pero con dinero público. Se dio acceso root a perfiles técnicos sin experiencia en administración, como el caso del ingeniero de 25 años cercano a Musk que tenía poder para congelar cuentas federales. El resultado fue una parálisis del sistema que obligó a las agencias a hacer un rollback de emergencia, recontratando a toda prisa a funcionarios despedidos porque los servicios críticos dejaron de responder.

Lo que queda de este naufragio es la evidencia de que la filosofía hacker de "moverse rápido y romper cosas" es peligrosa fuera de un entorno controlado. Este fracaso marca un límite claro en la tecnopolítica actual, demostrando que no se puede optimizar el bienestar social borrando líneas de Excel. La tecnocracia prometida chocó con la realidad de que un país tiene dependencias heredadas que no se pueden eliminar con una actualización de software.

DOGE desaparece dejando un agujero contable y una lección importante para el sector tech: los métodos agresivos de las startups no escalan bien en el sector público. Es el fin de una beta fallida que prometía modernidad y solo entregó errores de ejecución. Al final, gestionar una nación ha resultado ser bastante más complejo que compilar código o moderar una red social.

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