Este fue el tanque más grande e inservible de la historia. Tiene más de 100 años y era tan monstruoso que jamás llegó a ser real
El prototipo quedó completamente abandonado

En la actualidad, los tanques pueden llegar incluso a ser autónomos o se manejan de manera externa como si fueran radiocontroles, pero hace poco más de un siglo este tipo de inventos eran meros prototipos muy osados que querían cambiar la forma en la que la tecnología se aplicaba al campo de batalla. Algunos lo cambiaron para siempre, otros son meros objetos que quedaron abandonados en los campos de pruebas de medio mundo. Este vehículo del que vamos a hablar hoy es un ejempl ode esto último.
Un tanque como nunca nos imaginaríamos
El tanque murciélago o Tanque del Zar fue un tanque desarrollado por Nikolai Lebedenko, Nikolay Yegorovich Zhukovsky, Boris Stechkin y Alexander Mikulin en el año 1914 justo antes del inicio de la Primera Guerra Mundial en la que Rusia se alineó del lado de Francia y Reino Unido abriendo un segundo frente contra Alemania, Austria-Hungría y Turquía.
Se trata de un prototanque, ya que no tiene la forma que tienen habitualmente los tanques de hoy en día, sino que es de ese tipo de investigaciones que dieron como resultado al carro de combate tal y como lo conocemos hoy en día, pero con importantes variantes que hicieron que finalmente no se llevara a cabo. La primera diferencia sustancial, y que le hace tan absolutamente extraño para nuestros ojos, es que el Tanque del Zar tenía forma de triciclo, sin utilizar las orugas para su desplazamiento, algo que lo convertía en una creación de un tamaño ciclópeo.
En realidad, su diseño no dista tanto de la concepción de los carros de combate que se dieron más tarde. Aunque los tanques con orugas eran muchísimo más pequeños, seguían siendo moles acorazadas y con múltiples armas por todas partes, como si se tratara de plataformas de guerra mecanizada más que de carros propiamente dichos.
Para que nos hagamos una idea de lo ciclópeo de su planteamiento, el Tanque del Zar tenía 9 metros de diámetro en sus ruedas, mientras que la tercera rueda, mucho más pequeña, era de tan solo 1,5 metros. Estaba inspirado en los carros de las tribus túrquicas que gracias a sus grandes ruedas podían pasar por cualquier terreno sin problemas.
Así, el armazón metálico donde iba la tripulacíon contaba con una torreta de 8 metros de altura dónde estaba el cañón superior, mientras que contaba con dos cañones más en los laterales y se había planeado que contara con otras armas en la parte baja para que no fuera un punto ciego del arma. A cada rueda llegaban 240 caballos de potencia. Francamente insuficiente si tenemos en cuenta que solo alcanzaba los 16 kilómetros por hora.
De acuerdo con Steven Zaloga y James Grandsen, autores de Soviet Tanks and Combat Vehicles of World War Two, el ingenio fue abandonado por lo que suelen perderse todo este tipo de tecnologías: exceso de ambición sobre el papel que luego no se traslada a la realidad. El Tanque del Zar era un vehículo muy fácil de alcanzar por la artillería enemiga y no cumplió con la potencia que se esperaba de él.
Cuesta pensar que la industria armamentística rusa pasara de este tipo de tecnologías a otras mucho más accesibles pero igualmente potentes. Solo 35 años después desarrollarían el famosísimo tanque T-34 que plagó los campos de batalla de la siguiente Guerra Mundial con tecnología accesible pero funcional.