Google Cloud apuesta por las startups para asegurar su lugar en la fiebre de la IA

La compañía asegura que el 60 % de las startups de IA generativa ya usa su nube

Google Cloud apuesta por las startups para asegurar su lugar en la fiebre de la IA
Publicado en Tecnología

La carrera por controlar las infraestructuras de inteligencia artificial se está convirtiendo en un tablero de alianzas multimillonarias. El reciente acuerdo entre Nvidia y OpenAI, valorado en 100.000 millones de dólares, es el último ejemplo de cómo los gigantes del sector consolidan relaciones cada vez más estrechas para asegurarse chips, potencia de cálculo y acceso prioritario a hardware crítico. Sin embargo, en medio de este frenesí de megaoperaciones, Google Cloud ha optado por una estrategia distinta: centrarse en atraer a la próxima generación de empresas de IA antes de que se conviertan en inalcanzables.

Una estrategia de futuro: conquistar a los próximos unicornios

Francis deSouza, nuevo director de operaciones de Google Cloud, lo explica con una batería de cifras: nueve de los diez principales laboratorios de IA ya utilizan su infraestructura, casi todos los unicornios de inteligencia artificial se apoyan en su nube y el 60 % de las startups de IA generativa en el mundo han elegido a Google como socio. Solo en compromisos de ingresos para los próximos dos años, la compañía asegura haber asegurado 58.000 millones de dólares, más del doble de su facturación anual actual.

Frente a los acuerdos gigantescos de sus competidores (Microsoft con OpenAI, Amazon con Anthropic u Oracle con contratos que llegan a los 300.000 millones), Google busca asegurarse a los “próximos Anthropic” o “próximos OpenAI”, firmando con empresas emergentes como Loveable o Windsurf, a las que ofrece ser socio principal de cómputo sin necesidad de inversiones iniciales desorbitadas. El paquete de incentivos incluye hasta 350.000 dólares en créditos en la nube, acceso a equipos técnicos y acompañamiento comercial en su marketplace. En palabras de deSouza, la idea es construir una relación duradera con compañías que podrían pasar de startup a empresa multimillonaria en cuestión de meses.

El planteamiento encaja con un contexto en el que la IA avanza a pasos agigantados y en el que las apuestas a largo plazo pueden resultar más rentables que competir por los gigantes ya consolidados. A la vez, Google refuerza su narrativa de plataforma abierta, ofreciendo una pila tecnológica “sin compromisos”, desde chips hasta aplicaciones, con la promesa de dar libertad de elección a los clientes en cada capa.

Más allá de las promesas comerciales, Google está moviendo fichas estratégicas en el terreno del hardware. Recientes filtraciones revelan que planea colocar sus propios TPU (Tensor Processing Units) en centros de datos de otros proveedores de nube, como Fluidstack en Nueva York, en un acuerdo que podría alcanzar los 3.200 millones de dólares. De esta manera, busca ampliar el alcance de sus chips más allá de su ecosistema y competir directamente con Nvidia en el corazón mismo de la infraestructura de IA.

El reto no es menor: Google ofrece sus TPU a empresas como OpenAI o Anthropic al mismo tiempo que compite con ellas en el mercado con sus modelos Gemini. Una dualidad que exige delicadeza, pero que la compañía justifica como parte de su ADN abierto, recordando que su aportación a la comunidad tecnológica incluye hitos como Kubernetes o el famoso paper “Attention is All You Need” que dio origen a los transformers. Según deSouza, “somos conscientes de que otros pueden usar nuestra tecnología para construir competidores, y estamos bien con ello”.

Este posicionamiento llega en un momento delicado. La justicia estadounidense acaba de pronunciarse sobre el monopolio de búsqueda de Google, evitando sanciones extremas como la venta de Chrome, pero advirtiendo sobre el riesgo de que la empresa use su poder en búsquedas para extender un dominio similar en la inteligencia artificial. Críticos y reguladores temen que el acceso privilegiado a los datos de búsqueda le otorgue una ventaja injusta.

Pese a ello, Google insiste en destacar los usos sociales de su infraestructura: desde impulsar investigaciones sobre Alzheimer o Parkinson hasta aplicar la IA a la lucha contra el cambio climático. La apuesta por las startups, además de ser una jugada de mercado, también sirve como carta de presentación frente a los reguladores: mostrar que fomenta la competencia y no que la limita. En última instancia, el éxito de Google Cloud dependerá de si consigue convencer a la próxima ola de empresas de IA de que su ecosistema es el lugar ideal para crecer, al tiempo que demuestra al mundo que no repite las prácticas monopolísticas del pasado.

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