La clave para viajar al espacio profundo la tienen unos animales inesperados: las ardillas
Su capacidad para suspender sus funciones vitales podría desbloquear nuestra capacidad de viajar al espacio

Cuando pensamos en viajes espaciales y colonias en otros planetas, solemos imaginar tecnologías ultramodernas y trajes presurizados, el futuro en nuestra cabeza es algo muy limpio en diseño y formas gracias en buena medida a la norma imperante en muchas películas de ciencia ficción. Sin embargo, los expertos están empezando a estudiar a unas criaturas mucho más mundanas y comunes de lo que podríamos suponer: las ardillas terrestres de trece líneas y su capacidad de hibernar en condiciones extremas.
Estas ardillas entran en un estado denominado torpor, en el que su actividad metabólica y fisiológica se reduce al mínimo. Durante este proceso, la frecuencia respiratoria puede caer a tan solo dos o tres respiraciones por minuto, mientras que la temperatura corporal desciende casi hasta el punto de congelación. Esto puede recordar a un gusano que estuvo durante 46.000 años congelado en el permafrost.
Desbloqueando el viaje al espacio profundo gracias a las ardillas
En este estado de torpor, las ardillas presentan unos movimientos involuntarios mínimos, como leves estímulos de la médula espinal, pero todo lo demás parece estar casi inactivo. Pese a ello, estas criaturas no solo sobreviven, sino que maduran sexualmente y regulan sus sistemas, algo que los científicos estudian con gran interés. De acuerdo con el medio Popsci, se investiga cómo estos mecanismos biológicos podrían impulsar la medicina y la exploración espacial, lo que abre la puerta a aplicaciones que van mucho más allá de la simple observación de estos pequeños mamíferos. Por ejemplo, viajar al espacio profundo, algo en lo que tardaríamos generaciones, sería posible gracias a esta especie de estasis.
A diferencia de un sueño profundo, la hibernación no es un mero letargo pasajero, sino una estrategia de supervivencia diseñada para afrontar condiciones de frío extremo y falta de alimentos. Durante los meses de inactividad, las ardillas no comen ni beben, y se sustentan gracias a sus reservas de grasa, solo despertando brevemente en lo que se conoce como interbout arousals. En este intervalo, retoman algo de actividad, lo justo para realizar ajustes fisiológicos que les permiten continuar en su estado de hibernación sin riesgos. Es curioso, porque este tipo de mecanismos se empezaron a llevar a cabo durante el periodo en el que los mamíferos convivían con los dinosaurios.
Resulta fascinante que, al final del período de hibernación, las ardillas conserven prácticamente toda su masa muscular a pesar de perder la mayor parte de su grasa corporal. Este mecanismo ofrece una pista crucial para entender y prevenir la atrofia muscular en humanos, un tema de especial relevancia para astronautas sometidos a la microgravedad durante viajes largos. Por ejemplo, los astronautas que pasan mucho tiempo en la Estación Espacial Internacional ven empeorar claramente su condición física debido al estado de gravedad cero. Además, estudios recientes apuntan a que el torpor podría proteger el corazón y el cerebro, reduciendo el daño por radiación. Para las futuras misiones espaciales, esta resistencia a la radiación y la capacidad de desacelerar los procesos fisiológicos resultan de gran valor.
Más allá de la carrera espacial, la hibernación está atrayendo la atención de la comunidad científica por sus posibles aplicaciones en trasplantes de órganos, recuperación de accidentes cerebrovasculares, Alzheimer, diabetes y prolongación de la vida saludable. Se han identificado vías hormonales y neurológicas que controlan el hambre, la hidratación y otros procesos vitales, lo que abre la puerta a terapias y fármacos que podrían llevar algunos de los beneficios del torpor al organismo humano.
El uso de tecnologías avanzadas como la fotometría de fibra y las herramientas genéticas emergentes está ayudando a descifrar los mecanismos moleculares de los hibernadores. Aunque aún quedan muchas incógnitas que debemos despejar antes de lograr algo real, cada avance nos acerca a la posibilidad de inducir estados similares al torpor en humanos. Si este potencial se concreta, viajar al espacio profundo o someterse a periodos de inactividad forzada podría convertirse en una realidad, gracias a la lección que nos ofrecen estos sorprendentes animales.