La huelga de hambre que expone el miedo a la IA

La decisión golpea a un mercado ya marcado por las restricciones de Washington

La huelga de hambre que expone el miedo a la IA
Publicado en Tecnología

Guido Reichstadter lleva más de 17 días sin comer, plantado frente a la sede de Anthropic en San Francisco. Su pancarta de tiza marca el día de su huelga y su mensaje es claro: “detener la carrera hacia la inteligencia artificial general (AGI)”, una tecnología que podría igualar o superar la capacidad cognitiva humana. Para él, se trata de un riesgo existencial que las grandes tecnológicas están ignorando.

Reichstadter cita declaraciones de Dario Amodei, CEO de Anthropic, quien en 2023 estimó entre un 10% y un 25% las probabilidades de un desastre global derivado del desarrollo de AGI. Para el activista, es irresponsable continuar con un proyecto que podría amenazar a la civilización, y acusa a empresas como Anthropic y OpenAI de justificar su papel con la narrativa de ser “los más responsables custodios posibles”.

Cada día, Reichstadter llega a la sede, saluda a los guardias de seguridad y observa cómo empleados evitan su mirada. Asegura que al menos uno le confesó compartir sus temores, lo que refuerza su llamado a que los trabajadores de estas compañías “actúen como seres humanos y no solo como herramientas corporativas”.

Su mensaje no es aislado: la comunidad de AI Safety lleva años advirtiendo sobre los riesgos de sistemas cada vez más potentes. Aunque con desacuerdos internos, comparten la sensación de que el rumbo actual “presagia un futuro negativo para la humanidad”.

Una acción que inspira a otros

La huelga de hambre de Reichstadter no es su primera acción directa. En febrero, participó en una protesta en la que encadenaron las puertas de OpenAI, lo que terminó con su arresto. Esta vez, además de su vigilia diaria, envió una carta manuscrita a Amodei exigiendo un compromiso para frenar el desarrollo de AGI. “Si no puede detenerlo, que al menos tenga la decencia de explicarme por qué”, escribió.

Su protesta ya ha inspirado a otros. En Londres, Michael Trazzi y Denys Sheremet iniciaron ayunos frente a las oficinas de Google DeepMind; en India, un tercer activista se unió transmitiendo su huelga por livestream. Trazzi, que llegó a desmayarse, interrumpió el ayuno pero continúa apoyando a sus compañeros.

En sus cartas, los huelguistas piden que los CEOs de IA acuerden una pausa conjunta en el desarrollo de modelos de frontera, con la esperanza de que luego los gobiernos lo formalicen en un tratado internacional.

Las empresas, sin embargo, mantienen otro discurso. DeepMind respondió con un comunicado donde asegura que la seguridad y la gobernanza responsable son su prioridad, aunque evita contestar directamente a las cartas.

En ausencia de respuestas, Reichstadter insiste en que la sociedad enfrenta “una carrera global, descontrolada, hacia el desastre”. Su huelga de hambre busca, al menos, obligar a los líderes de la IA a mirar a los ojos a quienes temen ser víctimas de su tecnología. “No se está controlando, necesitamos ayuda”, resume. La protesta, más allá de su desenlace, abre una pregunta difícil: ¿qué precio estamos dispuestos a pagar por alcanzar la inteligencia artificial general?

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