Los profesores no quieren que los alumnos usen la IA, pero ellos ya la están utilizando

Docentes estadounidenses usan inteligencia artificial para corregir exámenes mientras prohíben a sus alumnos emplearla para hacer deberes

Los profesores no quieren que los alumnos usen la IA, pero ellos ya la están utilizando
Los estudiantes denuncian la contradicción de sus profesores, que aprovechan la IA para su trabajo mientras prohíben su uso en las tareas escolares
Publicado en Tecnología
Por por Sergio Agudo

La inteligencia artificial ha llegado a las aulas y ha destapado una curiosa situación: mientras los profesores piden a sus alumnos que no usen ChatGPT para sus tareas, ellos mismos están sacando partido a estas herramientas para su trabajo diario. Y es que la doble moral está servida cuando se prohíbe a los estudiantes utilizar lo que los docentes ya aprovechan sin reparos. Vamos, que la tecnología corre más que las normas y debates éticos que intentan ponerle límites.

Según Futurism, esta contradicción es evidente en Estados Unidos, donde numerosos profesores utilizan sistemas de IA para corregir exámenes y preparar clases mientras prohíben explícitamente a sus alumnos usar herramientas similares para sus deberes. Esta disparidad ha generado frustración entre los estudiantes norteamericanos, quienes califican la situación de profundamente injusta.

El dilema ético que divide a educadores y alumnos

Según revelan varios estudios citados por la fuente, cerca del 50% de los estudiantes estadounidenses considera hipócrita que los profesores aprovechen la IA para ahorrar tiempo en correcciones mientras les prohíben emplearla en sus trabajos. El artículo recoge testimonios de alumnos indignados por lo que consideran un claro "haz lo que yo digo, no lo que yo hago" de sus educadores.

Los datos muestran que muchas herramientas como Gamma AI son utilizadas por profesores para automatizar tareas rutinarias, desde la generación de materiales didácticos hasta la corrección de pruebas básicas. Estas aplicaciones permiten simplificar el trabajo administrativo y liberar tiempo para la interacción educativa, según argumentan quienes defienden su utilización.

"Tenemos credenciales y másteres", justifica un profesor de Sacramento entrevistado por la fuente. "Si usamos IA para corregir, podemos dedicar más tiempo a planificar clases y apoyar individualmente a los estudiantes". Este argumento, sin embargo, no convence a los alumnos, que ven cómo se les niega acceso a tecnologías que sus maestros utilizan libremente.

La preocupación principal de los educadores gira en torno a tres ejes fundamentales: la posible pérdida de habilidades básicas en los estudiantes, los problemas de privacidad asociados a estas plataformas, y el riesgo de que los alumnos dejen de desarrollar capacidades críticas de pensamiento. La paradoja es que estas mismas herramientas son cada vez más omnipresentes en plataformas como WhatsApp y otros servicios de uso cotidiano.

Expertos como Paulo Blikstein de la Universidad de Columbia advierten que "la tecnología es un espejo de lo que somos" y que cualquier algoritmo reflejará los valores y sesgos de quienes lo diseñan y utilizan. Esta reflexión plantea importantes cuestiones éticas sobre cómo integrar estas herramientas en el ámbito educativo.

La UNESCO ya ha desarrollado un marco de competencias en IA para profesores, reconociendo que estas tecnologías han llegado para quedarse. Mientras tanto, expertos como Yuval Noah Harari advierten sobre la inminente llegada de sistemas más avanzados que podrían transformar radicalmente la educación tal como la conocemos.

La IA en las aulas ha abierto una caja de Pandora que no tiene vuelta atrás. Los profesores quieren seguir controlando qué herramientas pueden usar sus alumnos mientras ellos aprovechan las ventajas de la automatización. El resultado es una guerra de doble moral que seguirá creciendo mientras las instituciones educativas no establezcan criterios claros. Porque, seamos sinceros, lo que hoy es trampa mañana será una habilidad básica, y prohibir lo inevitable nunca ha funcionado en la historia de la educación.

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