Sam Altman, CEO de Open AI, sigue tomando notas a mano: "Necesitas un cuaderno en espiral, para poder arrancar páginas"
El CEO de OpenAI revela que prefiere anotar sus ideas en un sencillo cuaderno de espiral con hojas arrancables, en lugar de usar las avanzadas tecnologías digitales que su propia empresa desarrolla

Mientras lidera una de las empresas de inteligencia artificial más potentes del mundo, Sam Altman mantiene un hábito sorprendentemente tradicional. El CEO de OpenAI ha confesado que prefiere usar un simple cuaderno de espiral y un bolígrafo concreto para plasmar sus ideas, en lugar de las aplicaciones digitales o las herramientas de IA que su propia empresa desarrolla.
Tal como ha compartido en una entrevista, Altman apuesta por cuadernos con hojas que se puedan arrancar como método para organizar sus pensamientos. "Necesitas un cuaderno en espiral, para poder arrancar páginas", explica el directivo, quien ve en este gesto de quitar hojas una forma de dar por cerrados temas ya resueltos. Nada de Moleskines caros o apps sofisticadas: lo suyo es un sistema mucho más básico.
El CEO que prefiere el papel a la pantalla
Este gusto por lo analógico resulta curioso viniendo del jefe de una empresa que ha puesto patas arriba la tecnología mundial con productos como ChatGPT. Mientras OpenAI lanza versiones cada vez más potentes de sus asistentes, Altman sigue fiel al bolígrafo y papel, convencido de que escribir a mano le ayuda a pensar mejor que teclear en un ordenador.
La técnica de Altman no tiene complicaciones: usa un bolígrafo Uni-ball Micro 0.5mm en cuadernos de espiral con tapas duras que caben en un bolsillo. Lo interesante no es tanto la calidad del material como su costumbre de arrancar las páginas después de trabajar con ellas, algo que describe como una manera de pasar página también mentalmente sin acumular trastos innecesarios.
Los científicos le dan la razón: varios estudios sugieren que escribir a mano activa partes del cerebro relacionadas con el aprendizaje que no se estimulan igual cuando escribimos en un teclado. Este proceso más lento nos obliga a pensar mejor cada palabra, algo que Altman parece tener muy claro aunque dirija una empresa que está transformando cómo escribimos.
La situación tiene su gracia si pensamos que el mismo Altman no deja de advertirnos sobre los peligros que podría suponer una IA avanzada fuera de control, mientras él sigue apostando por métodos completamente desconectados de lo digital para sus momentos creativos. No parece verlo como una contradicción sino como dos herramientas distintas para diferentes momentos: la tecnología para unas cosas, el papel para otras.
Para Altman, sus cuadernos son más bien un espacio temporal de trabajo, no un archivo permanente. Sus notas son para pensar, no para guardar. Quizás esta forma de reflexionar explique por qué ha llegado a reconocer que se pasó de frenada al hablar del potencial de la IA después de un tiempo de darle vueltas al asunto, seguramente con muchas páginas arrancadas por el camino.
El caso de Altman nos recuerda algo que a veces olvidamos: incluso en plena era de la inteligencia artificial, hay cosas que el cerebro humano hace a su manera y que ningún algoritmo ha conseguido imitar del todo. Y a veces, lo más efectivo sigue siendo tan sencillo como un bolígrafo y un papel que puedes arrancar cuando ya no lo necesitas.