Stream, el anillo que convierte tus pensamientos en notas con ayuda de la IA Cercanas Cine y Series Marcos
La inteligencia artificial está saliendo de las pantallas para colarse en nuestros gestos, en nuestras manos, incluso en nuestras conversaciones más íntimas. En medio de la ola de dispositivos de voz que prometen acompañamiento, productividad o bienestar personal, una nueva propuesta pretende marcar la diferencia: Stream, el anillo inteligente creado por Sandbar, una startup fundada por dos antiguos empleados de Meta especializados en diseño de interfaces. La compañía describe su invento como “un ratón para la voz”, una metáfora que revela su ambición de hacer que hablar con una IA sea tan natural como mover el dedo sobre una pantalla.
La nueva frontera entre pensamiento y tecnología
Sandbar nace del encuentro entre Mina Fahmi, su CEO, y Kirak Hong, su director técnico. El resultado es Stream, un anillo diseñado para el dedo índice de la mano dominante, equipado con micrófonos y un pequeño panel táctil. El sistema se activa al mantener presionada la superficie: entonces el micrófono, que permanece apagado por defecto, comienza a grabar. Durante una demostración, Fahmi mostró cómo podía susurrar una idea y verla transcrita automáticamente en la aplicación de iOS que acompaña al dispositivo. En ella, el usuario puede mantener una conversación con un chatbot integrado, organizar sus pensamientos en notas o revisar sus registros a lo largo de los días mediante una vista cronológica interactiva. Incluso el tono de voz del asistente se ajusta parcialmente para sonar parecido al del propio usuario, un detalle pensado para reforzar la sensación de naturalidad.
El anillo no pretende ser un asistente digital ni un compañero virtual, según su creador. Fahmi insiste en que Stream es una interfaz para pensar en voz alta, un intermediario silencioso que traduce el flujo mental en texto o acciones sin invadir la intimidad del usuario. En espacios ruidosos, el sistema ofrece retroalimentación háptica para confirmar que una nota se ha guardado, y puede utilizarse con auriculares para conversaciones privadas con la IA. Además, la superficie táctil permite controlar la música o el volumen, una función práctica cuando el teléfono no está al alcance o las manos están ocupadas.
La empresa abrirá los pedidos anticipados de Stream por 249 dólares en su versión plateada y 299 en dorado, con envíos previstos para el próximo verano. Ofrecerá también una suscripción Pro, gratuita durante los tres primeros meses y posteriormente de 10 dólares mensuales, que incluirá almacenamiento ilimitado de notas y acceso anticipado a nuevas funciones. Fahmi asegura que Sandbar aplica cifrado de extremo a extremo, garantiza la propiedad total de los datos del usuario y permitirá exportarlos a plataformas como Notion, evitando los “jardines cerrados” que limitan la interoperabilidad de otras empresas tecnológicas.
La startup, respaldada por 13 millones de dólares en financiación de fondos como True Ventures, Upfront Ventures y Betaworks, ha logrado convencer incluso a inversores escépticos. Toni Schneider, socio de True Ventures, confesó que había perdido la fe en los dispositivos de IA hasta ver el prototipo de Stream: “La voz y la inteligencia artificial encajan muy bien, pero usar un teléfono o un ordenador para eso es excesivo. Faltaba una forma más natural, y este anillo parece tener sentido.”
La competencia, sin embargo, es feroz. Desde los colgantes inteligentes de Friend o Taya hasta las tarjetas de Plaud y Pocket, pasando por las pulseras de Bee, el mercado se ha llenado de experimentos que buscan una nueva forma de comunicarse con las máquinas. Algunos, como Humane, han fracasado y acabado absorbidos por grandes compañías; otros, como Rabbit, intentan reinventarse mediante actualizaciones de software. En ese contexto, el reto de Sandbar será demostrar que el formato del anillo ofrece una verdadera ventaja: discreción, inmediatez y una conexión casi instintiva entre pensamiento y acción.
En el fondo, Stream apunta a un horizonte en el que la inteligencia artificial se vuelve invisible, donde la interacción ya no pasa por pantallas, sino por gestos. Si el proyecto prospera, el anillo podría ser algo más que un accesorio: podría convertirse en una extensión del pensamiento humano, un testigo silencioso de ideas nacidas en voz baja. Pero también plantea una pregunta crucial: ¿cuánto estamos dispuestos a compartir con las máquinas para que nos escuchen mejor?