Eric Schmidt, exCEO de Google y que avisó de los peligros de la IA: "Creará riqueza, pero no abundancia para todos"
El antiguo máximo responsable de Google afirma que los "efectos de red" concentrarán las ganancias de la IA en una minoría de empresas, adoptantes tempranos y países bien gestionados
En un análisis que matiza el discurso predominante sobre el futuro tecnológico, Eric Schmidt, quien fuera director ejecutivo de Google, ha lanzado una seria advertencia sobre la distribución de la riqueza generada por la inteligencia artificial. Lejos de predicciones utópicas, Schmidt argumenta que, si bien la IA será un motor de creación de riqueza sin precedentes, no logrará por sí sola la anhelada abundancia para todos los ciudadanos. Su postura introduce un contrapunto crucial en el debate global, desplazando el foco desde el mero potencial productivo hacia las complejas implicaciones socioeconómicas de su implantación.
El directivo expone una objeción fundamental a lo que se conoce como la "hipótesis de la abundancia", una visión optimista que da por sentado que los frutos de la IA se repartirán de manera equitativa en toda la sociedad. Schmidt señala que esta premisa contiene una posible falla, basándose en la evidencia de que "estas tecnologías tienen efectos de red que se concentran en un pequeño número de ganadores". Este fenómeno implica que la ventaja inicial de unos pocos actores se amplifica con el tiempo, creando un ecosistema donde los líderes absorben la mayor parte del valor generado.
La advertencia de Schmidt se concreta en una cadena de concentración a múltiples niveles. En primer lugar, a escala global, vislumbra un escenario en el que solo un puñado de países podría acaparar la totalidad de los beneficios económicos derivados de la IA. En un segundo nivel, incluso dentro de esas naciones privilegiadas, la riqueza no se dispersaría, sino que quedaría en manos de un reducido grupo de empresas e individuos. "Podrías, por ejemplo, imaginar un pequeño número de países obteniendo todos esos beneficios. En esos países, podrías imaginar un pequeño número de firmas y personas obteniendo esos beneficios", afirma. Schmidt identifica estas dinámicas como "cuestiones de política pública", implicando que la solución no será meramente técnica.
La creación de riqueza es innegable
Schmidt es rotundo al afirmar el potencial de la IA para generar prosperidad económica. "No hay duda de que la riqueza se creará, porque la riqueza viene de la eficiencia", declara. Respalda esta afirmación con observaciones directas, señalando que "cada empresa que ha implementado la IA ha visto ganancias enormes". Para ilustrar el punto, recurre a un ejemplo concreto mencionado en su intervención.
"Piensen sobre que estamos aquí en Arabia Saudí. Tienes toda esta distribución de petróleo, todas las redes de petróleo, todas las pérdidas. La IA puede mejorar eso fácilmente en un 10%, 20%. Hay números enormes para este país"
Más allá del sector energético, Schmidt enumera otros ámbitos donde la inteligencia artificial está llamada a revolucionar los procesos. En el campo de la biología, la medicina y el descubrimiento de fármacos, augura "ciclos de aprobación de medicamentos mucho más rápidos" y un "coste mucho menor de los ensayos". Asimismo, en el sector de los materiales, prevé la capacidad de "construir materiales de forma mucho más eficiente y sencilla". Sin embargo, esta ola de eficiencia no es un bien común que se reparta automáticamente. El directivo advierte que "las empresas que adoptan la IA rápidamente obtienen un retorno desproporcionado".
La distribución: la esperanza frente a la probabilidad
La cuestión fundamental, tal y como la plantea Schmidt, es determinar el patrón de distribución de estas ganancias. Su diagnóstico se inclina hacia un futuro de concentración más que de equidad. Indica que la pregunta clave es: "¿Son esas ganancias uniformes, que sería nuestra esperanza, o, en mi vista, más probable, están en gran medida centradas alrededor de los adoptantes tempranos, efectos de red, países bien gestionados, y quizás capital?".