Se convirtió en un yermo nuclear en los años 80, pero ahora la vida se abre camino de las maneras más impresionantes en él
Los hongos negros del reactor de Chernóbil utilizan la melanina para convertir la radiación en energía química y crecer más rápido
La explosión del reactor 4 de Chernóbil dejó un paisaje donde la vida parecía imposible, pero la biología ha encontrado una grieta por la que colarse. En las paredes del reactor, justo en la zona más radiactiva del planeta, están creciendo colonias de hongos negros. No es que simplemente aguanten la radiación; es que la necesitan. Estos organismos han evolucionado para alimentarse de la energía letal que emiten los restos nucleares, creciendo más rápido cuanto más expuestos están.
El descubrimiento se detalla en ScienceAlert, donde explican que el responsable es un hongo llamado Cladosporium sphaerospermum. Su secreto reside en tener altísimas concentraciones de melanina, el mismo pigmento que nos pone morenos. Aquí no sirve para la estética, sino que actúa como un conversor energético capaz de absorber la radiación ionizante y transformarla en combustible químico, un proceso que los expertos han bautizado como radiosíntesis.
Un panel solar biológico
La mecánica es fascinante: funciona igual que la fotosíntesis de las plantas, pero cambiando el sol por rayos gamma. La melanina captura esa energía y acelera el metabolismo del hongo. No es un caso único de resistencia extrema; la naturaleza ya nos ha enseñado antes lecciones de supervivencia con bacterias como Conan, capaces de soportar condiciones que destrozarían el ADN de cualquier otro ser vivo en cuestión de segundos.
Más allá de la curiosidad biológica, esto tiene una aplicación práctica brutal. En 2022 se enviaron muestras a la Estación Espacial Internacional y se comprobó que una capa fina de este hongo servía para bloquear la radiación cósmica. Esto abre la puerta a usarlo como escudo activo en naves y trajes, solucionando en parte el viejo problema de cómo encontrar vida resistente en el espacio o cómo protegernos de ella utilizando recursos biológicos autorregenerables.
Este hongo se suma al club de los organismos "indestructibles" que podrían ser clave para nuestro futuro fuera de la Tierra. Al igual que el tardígrado, ese animal inmortal que tiene la clave para sobrevivir al vacío, el Cladosporium demuestra que la vida en la Tierra guarda herramientas que ni imaginábamos.
Si la teoría de la radiosíntesis se confirma al cien por cien, estamos ante un cambio de paradigma. Significa que la vida puede extraer energía en los entornos más hostiles y venenosos imaginables. Mientras nosotros seguimos gestionando los residuos del desastre de 1986, estos hongos llevan décadas limpiando el reactor a su manera, convirtiendo nuestro veneno nuclear en su desayuno.