El director de Palantir defiende que la visión religiosa ayuda a desconfiar de la IA: “No compramos relatos tecnosalvadores"
El CTO de la empresa de análisis de datos critica el "doomerismo" como táctica comercial y defiende que la religión protege del alarmismo tecnológico
Shyam Sankar, CTO de Palantir, ha puesto sobre la mesa una de esas reflexiones que van a dar mucho que hablar en Silicon Valley. El directivo asegura que las personas religiosas tienden a ser más escépticas ante el alarmismo de la IA, mientras que los desarrolladores sin creencias espirituales caen más fácilmente en discursos catastrofistas. Una conexión curiosa que viene acompañada de críticas directas al "doomerismo" como estrategia comercial.
Las declaraciones, recogidas por Business Insider, apuntan directamente a quienes presentan la inteligencia artificial como una amenaza existencial para conseguir financiación. Según Sankar, muchas empresas exageran el potencial disruptivo de sus tecnologías para atraer inversores, creando un clima de pánico que no se corresponde con la realidad del terreno.
La espiritualidad frente al pánico tecnológico
La tesis de Sankar es tan sencilla como provocadora: la falta de religión en Silicon Valley facilita que se extiendan creencias apocalípticas sobre la inteligencia artificial general. En su análisis, quienes mantienen convicciones religiosas desarrollan cierta inmunidad natural a los discursos transhumanistas, mientras que los ateos llenan ese vacío espiritual con expectativas mesiánicas o terroríficas sobre la tecnología.
No es una posición aislada dentro de Palantir. Alexander Karp, CEO de la compañía, lleva tiempo disparando contra lo que considera desviaciones ideológicas en la industria tecnológica. Sankar va un paso más allá y señala que este vacío se sustituye por creencias tecnológicas que reproducen patrones religiosos aplicados al desarrollo de la IA.
¿Qué implica esto en la práctica? Pues que mientras unos hablan de escenarios tipo "Terminator", Sankar defiende que incorporar IA en sistemas militares supone "más una diferencia de grado que de tipo". Es decir, una evolución natural de las capacidades existentes, no una revolución que vaya a cambiar las reglas del juego de la noche a la mañana.
El ejecutivo critica duramente que muchos desarrolladores están "completamente alejados del uso real" de sus creaciones. Esta desconexión provoca que las previsiones teóricas y la implementación práctica vayan por caminos diferentes. En su experiencia directa, la IA funciona como amplificador de las capacidades humanas, no como sustituto masivo de trabajadores. Un enfoque que choca frontalmente con las predicciones más pesimistas sobre el futuro del empleo.
Las palabras de Sankar llegan en un momento especialmente oportuno, con la industria de la IA atravesando un periodo de reajuste, caídas evidentes en la popularidad de algunos modelos y una reevaluación general del impacto real de estas tecnologías.
Su mensaje final es tan claro como directo: la inteligencia artificial funciona mejor como herramienta de potenciación que de sustitución. Una perspectiva que contrasta radicalmente con los discursos apocalípticos que dominan buena parte del debate público sobre esta tecnología y su futuro desarrollo en los próximos años.