Cuando el antivirus acaba lastrando tu ordenador más que protegiéndolo
En equipos antiguos o con recursos limitados, los programas preinstalados y suites de seguridad invasivas pueden agotar la memoria y el procesador, reduciendo drásticamente su rendimiento diario

Cada vez es más común que los ordenadores con Windows pierdan agilidad por culpa de programas que nadie ha pedido. En modelos antiguos, la situación se agrava: procesos constantes, escaneos automáticos y aplicaciones que se abren solas convierten tareas simples en una espera interminable. Lo que antes era un arranque rápido y fluido, ahora se convierte en una serie de pausas y ventanas emergentes que interrumpen cualquier tarea.
Según TechSpot, los antivirus modernos han crecido tanto que en muchos casos se han convertido en parte del problema. Más allá de proteger contra malware, añaden funciones que vigilan todo el sistema: supervisión de archivos, escaneo del tráfico de red, control de dispositivos conectados… todo a la vez. En equipos con poca memoria o procesadores modestos, esta vigilancia constante se nota enseguida y provoca una sensación de lentitud permanente.
Un problema que empieza antes de encender el PC
El bloatware no es nuevo: hablamos de software que viene preinstalado y que no aporta nada esencial, como versiones de prueba de antivirus comerciales, juegos o asistentes virtuales. En portátiles como el Acer Aspire 14 AI, una copia de McAfee incluida de serie genera notificaciones constantes que interrumpen el uso normal del equipo y piden renovar la suscripción antes incluso de que el usuario se haya acostumbrado al nuevo ordenador.
Incluso en máquinas más potentes, como el LG Gram 16Z90SP, estos añadidos terminan sobrando. Windows 11 ya incluye su propio sistema de seguridad, suficiente para la mayoría de usuarios domésticos. Aun así, hay fabricantes que siguen llenando el primer arranque con pantallas de bienvenida, pop-ups y programas que consumen recursos sin aportar mejoras reales.
Los antivirus actuales no se limitan a analizar archivos bajo demanda: revisan en tiempo real todo lo que entra y sale del ordenador. Esto implica más uso de CPU, más memoria ocupada y, en hardware antiguo, ralentizaciones visibles al abrir aplicaciones, reproducir vídeos o incluso al mover el ratón. El impacto es mayor cuando el software incluye módulos adicionales como control parental, optimizadores de rendimiento o gestores de contraseñas, que permanecen activos en segundo plano todo el tiempo.
No todos los fabricantes siguen esta práctica. El ACEMAGIC RX16 llega con una instalación limpia de Windows 11 Pro, sin antivirus comerciales ni software promocional. Encenderlo por primera vez es simplemente arrancar y empezar a trabajar, sin licencias que renovar ni recordatorios que cerrar.
Otros modelos, como el HP OmniStudio X, incluyen McAfee y algunas apps preinstaladas, pero mantienen el resto del sistema relativamente limpio. Aun así, desinstalar lo que no sea necesario sigue siendo la forma más efectiva de evitar que el rendimiento se degrade con el tiempo.
Herramientas como Revo Uninstaller o Winhance permiten eliminar programas no deseados y limpiar el registro, ayudando a que el equipo recupere parte de la agilidad perdida. En ordenadores con hardware limitado, esta limpieza puede marcar la diferencia entre trabajar con fluidez o pelearse con cada ventana que se abre.
En la práctica, lo más sensato es combinar un antivirus ligero con actualizaciones periódicas y hábitos de uso responsables. Instalar capas y capas de programas de seguridad o utilidades poco útiles no aumenta la protección: lo único que garantiza es un ordenador más lento y menos agradable de utilizar.