Sam Altman, CEO de OpenAI, activa el código rojo: es su última bala para poder competir con Gemini

OpenAI paraliza sus planes comerciales y declara la emergencia interna tras verse superada por Google Gemini en las pruebas de rendimiento

Sam Altman, CEO de OpenAI, activa el código rojo: es su última bala para poder competir con Gemini
Sam Altman congela el marketing para centrar todos los recursos en mejorar GPT-5, intentando recuperar el liderazgo técnico frente al avance de Google
Publicado en Tecnología
Por por Sergio Agudo

Google ha adelantado a OpenAI por la derecha y sin poner el intermitente. Los últimos test de rendimiento confirman que Gemini 3 supera a ChatGPT en prácticamente todo, una realidad técnica que ha obligado a Sam Altman a declarar un "código rojo" de puertas adentro. La orden es drástica: paralizar los lanzamientos menores y centrarse exclusivamente en sobrevivir a la embestida de ingeniería de Mountain View.

La alarma suena desde Windows Central, donde detallan que la situación es crítica. La pérdida del liderazgo técnico ha forzado un cambio de rumbo inmediato en el desarrollo: se acabaron los experimentos curiosos y las funciones de relleno. Ahora la prioridad absoluta es recuperar la corona del rendimiento bruto antes de que la percepción de superioridad de Google se asiente definitivamente entre los usuarios.

Cuando tu tecnología deja de ser la mejor

Los datos son testarudos: Gemini 3 ya rinde mejor que GPT-5 generando texto y su motor de imágenes bate a DALL-E. Es un vuelco total al tablero que explica por qué en las oficinas de OpenAI se respira miedo ante la posibilidad real de pasar a ser la segunda opción tecnológica del mercado por primera vez en tres años.

La reacción de Altman ha sido congelar la maquinaria de novedades para volcar todos los recursos en el código. Saben que si pierden la etiqueta de ser "los más listos", su producto pierde sentido, especialmente cuando la comparativa técnica entre ambos modelos empieza a decantarse claramente hacia el lado de Google en las pruebas independientes.

El problema técnico rebota directamente en Microsoft. Copilot funciona sobre una tecnología que ahora empieza a parecer segundona. Con sus propios desarrollos de software generando rechazo, parece lógico que sus ingenieros estén preparando un plan de fuga para desarrollar modelos propios y dejar de depender exclusivamente de un motor externo que está perdiendo fuelle a marchas forzadas.

El consumo de recursos es otro factor de estrés. Mantener estos modelos funcionando al límite exige una potencia de cálculo brutal. Si a esto le sumamos el coste computacional que pagan a Microsoft, la necesidad de optimizar y liderar no es solo cuestión de ego, sino de viabilidad técnica para que el servicio no colapse o se vuelva inasumible.

Además, Google cuenta con una ventaja que OpenAI no puede programar: el acceso nativo. Mientras ChatGPT es una aplicación que tienes que descargar y abrir, Gemini vive dentro de Android y pronto en Chrome. Esa barrera de entrada es un muro difícil de saltar: si tu rival es el sistema operativo del teléfono, ser "igual de bueno" no es suficiente; tienes que ser obligatoriamente mucho mejor para que el usuario se tome la molestia de usarte.

La situación deja a la compañía de Altman en una posición muy delicada. Si su modelo deja de ser el referente absoluto, pierden su único foso defensivo real. La industria empieza a ver que la ventaja tecnológica en IA no es eterna y que OpenAI, sin un ecosistema propio que la proteja, es mucho más vulnerable de lo que parecía hace seis meses.

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